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Son como el último asilo de la libertad: el pueblo que sufre el despotismo de una administración corrompida no ha perdido la esperanza de recobrar sus derechos bajo principios de orden, si conserva el ejercicio de la soberanía en la libre elección de sus mandatarios: la opinión pública, que rara vez se engaña, encontrará hombres dotados de la firmeza necesaria para ser inflexibles en el desempeño de sus funciones y hacer frente a los choques de la arbitrariedad; mas cuando la intriga y el espíritu de facción han penetrado hasta las elecciones populares, entonces puede decirse que la tiranía se halla calculada y establecida bajo un sistema que no puede destruirse por los medios ordinarios, sino por la energía de un Brutus, o por las terribles reacciones que produce alguna vez la violencia de la opresión; por eso el club aristocrático se propuso que aquellos actos fuesen obra exclusiva de su influjo, bajo principios que ofrecimos descubrir en nuestro

número anterior; ahora emprendemos este trabajo con preferencia a oros objetos que llaman urgentemente nuestra atención, porque se acerca el tiempo de elegir el Cabildo de Buenos Aires, que es de la mayor importancia entre nosotros y que ocupa en estos momentos a los Jacobinos. Esa corporación tan respetable como poderosa se ha adquirido un derecho para ser considerada como centro de unidad y de confianza pública en el conflicto de las convulsiones, en que desorganizada la máquina política, disueltos los vínculos sociales y encendidas las pasiones, se ve el pueblo expuesto a ser víctima de una anarquía devoradora, o dominado por la facción que tenga más audacia en sus maniobras. No está hoy distante aquel conflicto en que la suerte del Estado se fiará a la prudencia y virtudes del Cabildo; y entre tanto, los tiranos que recelosos de su situación como empeñados en conservar el poder que han adquirido, se han propuesto divertir la opinión pública por medio de un cambio aparente en la administración, harían una herida cruel a la patria y un paso gigante en la carrera de sus crímenes, si formando un Cabildo de criaturas del club encontrasen en él la sanción de sus intrigas, o la tabla para asirse en el naufragio que les amenaza.

Toda elección popular es precedida de otra secreta que se verifica en la Logia: allí se proponen y discuten los individuos que han de optar a los cargos; allí las pasiones o resentimientos de cada miembro vierten a su salvo el veneno de la envidia o de la venganza y oponen un obstáculo invencible al mérito y la virtud, y allí por fin, se resuelve los que han de ser electos, y los que electores, que no son otra cosa que instrumentos para sancionar los decretos de la Logia: cuando ella no era tan numerosa ni tan atrevida se contentaba alguna vez con encontrar personas débiles o prostituidas que se dejasen dominar por su influjo aunque no fuesen del círculo; pero como la audacia crece en proporción de la impunidad, y la desconfianza y aspiraciones a medida que el poder, ya actualmente ha arrojado la máscara y fijado principios sobre el sistema de elecciones sujetando a demostración el dominio positivo de la Logia en todas las corporaciones y empleos de importancia: así ha resuelto que en adelante los intendentes de provincia sean necesariamente tomados de su seno, y que se asegure el influjo en todos los cabildos proponiéndose establecer comisiones del club encargadas de estas maniobras en aquellas provincias en que aun no las hay.

Por iguales principios estaba calculado el ascendiente sobre el Cabildo de la capital: se permitía que fuesen miembros de él algunos ciudadanos beneméritos e incorruptibles, en tanto que la pluralidad se compusiese de algún individuo del club, otros de la sociedad masónica y de personas con cuyo voto pudiese contarse por relaciones de interés o amistad: este sistema se adoptó para los dos últimos cabildos; pero ahora se quiere llevar más adelante la seguridad y la prostitución; ya no basta el influjo, se pretende establecer un poder conocido aunque sea necesario atropellar respetos y consideraciones. ¡Cómo se indignaría el pueblo de Buenos Aires si hubiese podido observar a la Logia sancionando la proposición siguiente hecha por su orador Tagle! "El Cabildo entrante debe ser absolutamente gobernado por la Logia, y al efecto de componerse de hermanos nuestros y de masones de la confianza del venerable Álvarez en su mayor parte: los demás han de ser individuos de baja extracción y conocidamente venales, para que no estén relacionados con personas de importancia y haya seguridad de que venderán su voto en cualquiera de las circunstancias delicadas que pueden presentarse";. Este es el Cabildo que se prepara para el año [18]19: la discusión fue acalorada; hubo en ella algunos votos singulares y ridículos, pero triunfó el crédito e influjo del orador.

El antiguo sistema de la Logia era asegurar el nombramiento de sus electores por la pluralidad de los sufragios: el novísimo consta de dos partes; votos grandes y votos supuestos, de manera que la elección al paso que más segura resulta, también más espectable y aparentemente apoyada en la opinión general: resuelta la elección en el club cada miembro lleva una minuta y se encarga de ganar el voto de sus amigos y especialmente el de algunos alcaldes de cuartel, para que éstos conviden y dirijan con su influjo a una porción de ciudadanos sencillos fáciles a dejarse conducir; otra minuta lleva a la Logia masónica el presidente Julián Álvarez que la presenta acompañada de una arenga pomposa y ridícula, para demostrar que aquella medida es conveniente a la conservación del orden público; su orador y algún otro de su confianza, que ya están prevenidos, se empeña en imitar el discurso de su digno jefe, y cada masón resulta humildemente obligado no solo a prestar su sufragio, sino también a ganar el de sus amigos y, si es posible, el de algún alcalde del mismo modo que los del club, todo en obsequio de la salud pública.

Pero la Logia no satisfecha con un sistema que fía algo a la suerte y empeñada ya en sujetar a demostración la seguridad de sus decretos, ha añadido a aquella medida la de los votos supuestos. Por el estatuto se previene que cada votante presente el suyo bajo un sobre en que estará su firma: el acto es presidido por un individuo del Cabildo presente un escribano; éste está vendido al orador Tagle, por interés o por miedo, y se pone de acuerdo con el regidor en cuyo poder se depositan las cédulas: reunidas éstas se extraen sagazmente de los sobres los votos de todos los que no pertenecen a personas ganadas o muy notables, y se colocan bajo la misma cubierta las cédulas que manda Tagle, el que remite además un número considerable de ellas bajo sobres y firmas supuestas, tomando los nombres de las listas de cívicos, sepan o no escribir. Como los sufragios no tienen otra verificación que el acto en que se extraen las cédulas, queda asegunda esa sucia intriga y revestida del aparato de espíritu público: este es el origen de esas elecciones asombrosas de seiscientos votos (que tanto celebra el editor de la Gaceta como si no estuviera en el secreto) y que si se despojaran de los supuestos no alcanzarían acaso a la sexta parte.

¡Asombraos americanos del descaro con que se abusa de vuestra sencillez y del modo con que se pretende prostituir todas las autoridades, convirtiendo los actos más solemnes de vuestros derechos en apoyo de aquellos que solo se ocupan de privaros de su ejercicio y de sacrificaros a una ambición insaciable! En vano el Gobierno se empeñará en justificarse por medio de sus prosélitos y de vagas declamaciones: se quiere desmentirnos y destruir la acusación que aquí se le hace sobre hechos positivos; si de buena fe aspira a que el Cabildo sea nombrado según la voluntad del pueblo, disponga que se reúna en un punto pública y libremente para la elección y abandone por esta vez las medidas de policía inquisitorial con que pretende en vano burlar nuestros esfuerzos. Si pudiesen vencerse con oportunidad los obstáculos para la circulación, nosotros llevaremos hasta la evidencia la demostración de nuestra verdad, publicando la nota secreta de electores que sancione el club antes que se verifique la elección pública; pero si después de este aviso y de la prevención que producirá, todavía los jacobinos se empeñasen en llevar a efecto su intriga y consiguiesen un Cabildo esclavo de la Logia, podrá decirse que la audacia de ella ha llegado a un extremo solo comparable al tamaño de los males que puede ocasionar y a la paciencia del pueblo que los tolera; porque todo anuncia una crisis terrible que ha de producir en el año [18]19 acontecimientos muy notables en nuestra revolución, y en que el Cabildo ha de tener un influjo señalado para desgracia o felicidad de las provincias de Sud América.